Empezando la siembra de Tapiramas
Español
(English after)
Aprovechando el tiempo que estoy pasando en la casa de mis padres decidí crear un pequeño huerto en la parte de atrás del jardín de la casa, un espacio que casi no se usa y en el que siempre había pensado que debería sembrarse algo (o hacerse una piscina).
Todo empezó con la visita de José Roberto Duque, escritor y periodista ahora dedicado a la vida en el campo y amigo de la familia, quien trajo de las montañas de Barinas unas semillas de Tapiramas, una leguminosa silvestre originaria de Venezuela y en peligro de extinción, un grano muy bonito que coloquialmente llaman “vaquita”, por ser de manchas negras y blancas, acá la historia completa de estas semillas: Sobre la comunidad que decidió comer potaje gratis. También nos regaló otra variedad, el fríjol cuarentón, porque se supone está listo para cosechar en apenas 40 días.
Esta es una iniciativa de la Comuna Socialista, Agroturística y Cafetalera Pie de Monte Andino Barinés de la que José Roberto es integrante y de la Oficina de Atención al Ciudadano del Instituto Venezolano de Investigación Científica (IVIC), y parte del Plan para la Siembra Urbana que está incentivando el gobierno nacional para ayudar a crear una cultura de cultivo local y orgánico.
Con el entusiasmo de trabajar con mis manos, ayudar a la propagación de estas semillas en peligro de extinción, y la ilusión de cocinar un producto natural sembrado por mi mismo, empecé a hacer los semilleros y prepararme para unos meses de cultivo y de nuevas experiencias.
No hacía semilleros desde que era muy niño y nos enseñaron a hacerlos en la escuela, nada muy dificil y recordaba todos los pasos, aunque siempre hice alguna búsqueda en internet para estar seguro.
Y ya una semana después las plántulas están creciendo muy rápido y están listas para trasplantarlas al suelo.
English
Making the most of the time I am spending in the house of my parents I decided to create a small orchard in the back of the garden of the house, a space that is rarely used and in which I had always thought it should be grown something (or get a pool).
It all started with the visit of Jose Roberto Duque, writer and journalist now dedicated to life in the countryside and a family friend, who brought from the mountains of Barinas some seeds of Tapiramas, a native Venezuela and endangered wild leguminous, a very beautiful bean colloquially called “vaquita” (little cow), for being of white and black patches. He also gave us another variety, forties beans, called because it is supposed to be ready to harvest in just 40 days.
This is an initiative of the Socialist Commune Pie de Monte Andino of which Jose Roberto is member, and the Office of Citizen Services of the Venezuelan Institute of Scientific Research (IVIC), and part of the Urban Plan for Seeding that it is encouraging the national government to help create a culture of local and organic farming.
With the enthusiasm of working with my hands, help spread these endangered seeds, and the illusion of cooking a natural product planted by myself, I began to make the hotbeds and prepare for a few months of growth and new experiences.
I did not make hotbeds since I was a child and taught us to make them in school, nothing very difficult, and I remembered all the steps, although anyway I did a little research on the internet to be sure.
And already a week later the seedlings are growing very fast and are ready to transplant them to the ground.
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