Este año no ha sido para nada como me lo imaginaba, creo que ya había dicho eso en algún post anterior, pero quiero profundizar un poco más sobre eso.
No soy de hacer planes a largo plazo, pero ya venía preparando algunas cosas en torno a varios proyectos en lo que empecé a trabajar, pero mientras iba avanzando el año las cosas dieron un giro inesperado, se nos recuerda que el mundo es un sitio convulsionado y en permanente cambio, y que somos parte de procesos históricos que toman el control de nuestra vida.
Pero los cambios no son para nada malos, son nuevas oportunidades que aparecen, inesperadas pero emocionantes; estuve más de un mes sin poder salir de mi casa, más por no tener a donde ir, pero también hubo algo encierro involuntario, fue un momento para pensar mucho, tomar decisiones, algunas difíciles, pero liberadoras, luego de eso todo empezó a ir mucho mejor.
Primero estuvo mi viaje a Guanare, nunca desde hace 20 años había pasado tanto tiempo en mi ciudad natal, fue un encuentro de los recuerdos con la realidad de que ya no pertenezco allí, pero reconociendo mis raíces.
Fue un tiempo de mucha calma que me dio más tiempo de hacer nuevos planes, de afinar mis sentidos estéticos, de recobrar confianza en mi talento y de atreverme y arriesgarme a nuevas experiencias artísticas, que ya van dando frutos.
Continuamos nuestra travesía recorriendo algo del occidente de Venezuela, una zona que la mayoría no le presta mucha atención como lugar para visitar, pero que concentra un eje campesino muy importante.
He ido creando mi identidad como Venezolano más allá de la típica imagen citadina/caraqueña/clase media/consumista que quieren inculcarnos.
Y una cosa me llevo a otra, también inesperadamente, ahora vuelvo al mismo sitio por trabajo, participando en proyectos que me emocionan mucho, que también tienen que ver con la Venezuela profunda, la Venezuela real.
Y por supuesto Instagram se ha convertido en un diario visual de esta travesía, una historia contada en pequeñas fotos, una evolución, una primerísima muestra de mis mejoras como creador audiovisual.
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This year has been nothing like I imagined, I had already said that in a previous post, but I want to dig a little more about that.
I’m not the kind of long-term plans, but I had been preparing some things around projects in what I started working, but while was moving the year things took an unexpected turn, we were reminded that the world is a troubled place and in permanently changing and we are part of historical processes that take control of our lives.
But the changes are not all bad, are new opportunities that appear, unexpected but exciting; I was more than a month without being able to leave my house, more for not having where to go, but there was something of involuntary confinement too, it was a time to think and meditate a lot, make decisions, some tough, but liberating, after that everything went much better.
First was my trip to Guanare, in the last 20 years never had spent so much time in my home town, was a gathering of memories with the reality that I do not belong there anymore, but also recognizing my roots.
It was a time of great calm that gave me more time to make new plans, hone my aesthetic senses, to recover confidence in my talent and daring to take risk with new artistic experiences that are already working.
I continue our journey visiting some of western Venezuela, an area that most people do not pay much attention as a place to visit, but it concentrated a major farmer axis.
I have been creating my identity as Venezuelan beyond the typical urban/Caracas/middle class/consumerist image they want to instill.
And one thing led me to another, also unexpectedly, I go back to the same place for work, participating in projects that excite me a lot, that also have to do with the real Venezuela.
And of course Instagram has become a visual diary of this journey, a story told in small images, an evolution, my very first sign of improvements as audiovisual creator.